Con la noticia de la quinta visita de estos veteranos del punk rock a nuestro país, había razones de sobra para tener muy altas expectativas. Sólo considerando su gran trayectoria, aquellos que asistiríamos por primera vez a presenciar la actuación de esta banda seminal, no podíamos esperar otra cosa que un espectáculo deslumbrante.
Es cierto que la vara estaba muy alta (quizá demasiado), ya que se venía de un fin de semana del terror, con una memorable jornada sabatina en la que recibimos la visita de la banda española
El Último Ke Zierre, junto a los argentinos de
Flema y al conjunto nacional,
Fiskales Ad-Hok. De dicho concierto pocas son las objeciones por hacer y, sólo poniéndose quisquillosos, lo único que se podría criticar es la irrisoria y caricaturesca iluminación que formaba una A de anarquía. Lo demás, todo bien. Pero lo cierto es que lo ocurrido el 21 de mayo pasado, evidentemente no estuvo a la altura del megaevento anunciado con bombos y platillos por una gran cantidad de medios nacionales.
La cita, según lo señalado en la entrada y en los afiches divulgados tanto en las calles como en la web, era a las 18:00 horas. He ahí el primer inconveniente, al no aclararse si es que esa hora consideraría o no a las bandas teloneras, lo cual no es un detalle menor. Mi arribo al Estadio Víctor Jara fue un par de minutos después de las seis de la tarde y, oh, grande fue mi sorpresa cuando al ingresar al recinto veo a, nada más ni nada menos, Jerry Only y compañía sobre el escenario. Sin perder un minuto más, me pierdo entre la masa que copaba por completo la cancha del estadio. Uno a uno fueron siendo ejecutados todos los clásicos de la banda, desde aquellos temas compuestos en la era
Danzig, esa época de oro que es rememorada con especial nostalgia por la gran mayoría, hasta las canciones que aparecen en sus “nuevas” producciones, donde
Michael Graves se hace cargo de las voces. También aprovecharon de tributar a la banda anterior de Robo y Dez Cadena,
Black Flag, con temas como Jealous Again, Six Pack y Rise Above, en donde este último pudo lucirse con un par de solos de guitarra.
El ambiente que se vivía en la cancha no difería mucho al de cualquier espectáculo de esta índole: había una gran efervescencia del público, en donde todos parecían explotar con cada nuevo acorde. A ratos, el pogo era bestial, lo cual se notó de mayor forma cuando tocaron el tema “
American Psycho”, del álbum del mismo nombre. La tónica de aquella tarde, y que ya es una costumbre de la banda, fue que cada uno de los temas fueron ejecutados a una velocidad mucho más rápida que la de sus versiones originales, lo que obviamente incidió en que la duración de los temas rara vez superara el minuto y medio.
Como quería tener una mejor perspectiva del show, subí un rato a la galería, con lo que tuve un plano más general. Recién ahí me di cuenta de que el sonido era paupérrimo, cosa que difícilmente se podría notar con la agitación reinante en la cancha. Realmente se escuchaba muy mal, los sonidos estaban bastante saturados y a decibeles infernales. También pude apreciar las descoordinaciones en que cayeron los integrantes de la banda, en especial aquella en que Robo entró a destiempo en los tarros, teniendo que empezar nuevamente la ejecución de un tema.
El tiempo pasó volando y, cuando no llevaban ni siquiera una hora sobre el escenario, descendieron en busca de un respiro. Pocos instantes después vuelven a subir,
primero Jerry Only, cabeza de la banda, quien fue el único que tuvo algún grado de interacción con el público, alzando el puño en repetidas ocasiones, mientras con la otra mano marcaba las notas en su instrumento. En el bis tocaron no más de dos temas, “Die die my darling” y otro que no recuerdo, para luego bajar del escenario por segunda y definitiva vez. La gente se enajenó. Nadie podía creer la extremadamente corta duración del show, por lo que al ver que la banda no regresaba frente a las continuas pifias, el desenlace fue más que obvio. Primero fueron botadas tímidamente un par de rejas de contención, para luego dar paso a los instintos viscerales de los más violentos, quienes no dudaron en agarrar cualquier cosa que se encontraran en el camino para agredir a los guardias, quienes nada tenían que ver en el asunto. A la salida, la situación no era tan diferente, pero esta vez se dio la clásica batalla campal contra la fuerza pública, quienes no dudaron un segundo en disgregar a las masas a punta de guanacos. El panorama no vale la pena ser descrito mayormente: basta con ver las noticias cualquier día para hacerse una idea más o menos clara.
En síntesis, y desde mi personal y conformista análisis de la jornada, aunque el concierto no fue del más alto nivel que se le exige a una banda de este calibre, puedo quedarme con la satisfacción de haber vibrado mientras pude con varios de los temas. Era la primera (y última) vez que los veía, por lo que en ese sentido es cierto que quedé algo decepcionado; evidentemente, no era lo que se esperaba. Pero lo que más me molestó más allá del mal sonido, las neo versiones de los temas clásicos, las equivocaciones por parte de la banda y las falencias de la productora al no difundir información certera, fue que la banda no se dignara a tocar un par de minutos más, con lo cual se hubiera evitado el disgusto de los asistentes y parte de los desmanes posteriores al concierto. Con esto, la tesis de que la gira en celebración de los 30 años de la creación de Misfits no es más que una confabulación del viejo Only para llenarse los bolsillos, no hace más que potenciarse, ya que por lo visto en su concierto en nuestro país, en este tipo de eventos pareciera que más que tocar por gusto, la agrupación se prestara a realizar sólo un trámite.
Resta sólo una cosa por decir: con esta quinta presentación de los padres del llamado “horror punk”, se ha cerrado un ciclo. Adiós Misfits y hasta nunca.